"Can you see me? All of me? Probably not. No one has ever really has" - Jeffrey Eugenides



jueves, 16 de octubre de 2008

El Anillo

Yo lo anticipé y él la dejó pasar. Almorzábamos en la casa de Novio con la familia. Estaba entretenida cortando mi paty prolijo en un bocado y untándolo con puré cuando, por el rabillo del ojo, le veo revolear la mano en un gesto a Carolina y descubro que tiene mi mismo anillo. No uno similar, no uno parecido u análogo el mismo. Aquel mismo de la historia.
Gran elipsis y paréntesis necesario. Un año atrás. También en comida familiar. Érase una noche tranquila de primavera, saboréabamos un asado y charlábamos de tonteras. Veo en la mano de Susana, la novia del papá de mi pretendiente, ese anillo por el que estuve de caza tanto tiempo. Y a modo anecdótico le cuento a la mesa el valor emocional que tenía para mí. Les relato el hechizo bajo el que estaba sometida desde aquella vez que me lo prestó por un tiempo mi amiga Micaela y que desde el momento que se lo devolví, lo busqué idéntico por todo el Gran Buenos Aires. Investigaba su rastro por ferias antiguas en San Telmo, entre los alhajeros de tías, entre joyeros y hasta entre plateristas a ver si me lo podían copiar.
Contesto preguntas, me emociono un poco hasta que que Susana me interrumpe del ensueño: "La joyería que hace este tipo de anillos, Belgiorno, no cerró como vos decís. Está abierta enfrente a la Iglesia San Nicolás de Bari". Agradecí el dato pero no dí crédito a lo que oí hasta que lo corroboré con mis propios ojos. Pregunté el precio del susodicho que me pareció desorbitado y cabizbaja me fui.
Belgiorno era y es una "conocida" joyería. Fue furor en la época de nuestras abuelas-y-madres-mayores. Con el tiempo, se apagó como una estrella y nadie más lo menciono. Basta con que alguna le saque el polvo a algún anillo (o collar o pulsera) heredado para que todos ponderemos aquellos orfebres. En realidad pocos saben de donde proviene tanto estilo.
Gran elipsis (de vuelta). Otra comida familiar.
Novio para el aniversario de un año compartido me regala El Anillo. Yo, orgullosa de la hazaña de mi enamorado, de su capacidad de memoria, lo exponía flamante. Desbordaba de alegría por historia que había detrás de él y por ser poseedora de mi objeto deseado. A las hermanas del novio se les dispararon los celos. Previsiblemente empezamos a competir. Al principio a modo de juego inocente: yo tengo este anillo, ay yo este otro, este lo uso todos los días, este no. Los típicos comentarios de minitas.
Las chicas me pedieron probárselo, yo accedí (¿qué otra cosa podía hacer?). Y todo iba bien hasta el comentario excluyente de Carolina: "Sorry pero me aprece que a mí me queda mejor". Silencio en la mesa. No era gracioso ni divertido el comentario, no causó ese efecto tampoco. Creo que alguien rió nervioso para cortar la tensión del ambiente.
A continuación, siguió el siguiente diálogo:
Caro: ¿No me lo prestás por un tiempo? Really? ¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Acaso estamos en 6to grado de primaria y mi anillo es un juguete? ¿Me perdí de algo?
Yo: ¡No tenés chance Caro! Me lo acaba de regalar. No me lo voy a sacar por un tiempo jaja
P: Ay bueeno. ¡Ni que fuera un anillo para usar todos los días! Plis, es un socotroco.
Yo: La verdad no me importa, mencanta y sí, ¡lo pienso usar todos los días!, me copa como queda. Le da re personalidad a la manos.
Me devuelven el anillo toqueteado, y mirada cómplice de por medio, las dos hermanas dicen a unísono que querían uno exactamente igual. Parecían dos nenitas de 3 años muertas de ganas por un copo de azucar, completamente encaprichadas. Ambas miraban a sus novios y le decían comentarios similares a: "dale gordi, ¿me lo regalas?"; "¡yo quiero uno así!; ¡que te cuesta!.
Novio en ningún momento se dió por aludido y no sacó la mirada de su tira de asado. Lo único que dijo fue algo semejante a "Me parecería cualquiera porque fue mi regalo a Sofi y no sería lo mismo si ustedes también lo tuvieran" a media voz, completamente desinterasado de la disputa de las hembras.
En el camino de vuelta, ya en el auto, le dije a F. con toda la parsimonia que pude reunir para la ocación que "para mi este anillo tenía una historia especial y que si sus dos hermanas se compraban el mismo iba a dejar de tener esa magia inevitablemente", tratando de tocarle el ego para que reaccione. Más tarde agregé que por favor buscara la manera, desde el amor y la hermandad que comparte con ellas, de hacerselo saber como para no dar nada "por obvio". Cuentas claras conservan la amistad dicen.
Presente otra vez. Tenía mis sospechas, lo admito, pero no estaba convencida que fueran capaces. Novio hoy me reconoce que nunca les dijo nada porque "no estaba tan de acuerdo con mi postura, a fin de cuentas, es un anillo". Y yo ahora pago las consecuencias.
¿Lo peor de todo? que me tengo que quedar piola, no vaya a ser que por la culpa de un anillo y mi histeria se arme un revuelo familiar.

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