"Can you see me? All of me? Probably not. No one has ever really has" - Jeffrey Eugenides



miércoles, 8 de octubre de 2008

Canapés

Tengo que admitir que durante mucho tiempo odié los cocktails. Ese momento previo a sentarte a comer en un casamiento o la comida en general en los eventos, lease desfiles, lanzamientos. Por motivos varios -familia grande y trabajo- me ha tocado tener que asistir a tantos que perdí la cuenta.
El tema de estar en pose, hacer face, charlar de banalidades con gente que no ves por bicentenarios y comer finger-food es para mi de los peores programas. Sin falta se me instala un orégano en el diente que me resulta inamovible, que por supuesto no me doy por enterada hasta mucho más tarde, me quedo rápidamente sin temas de conversación por lo que termino haciendo malabares para que el otro permanezca hablando y pronto no estoy ni pintada ni maquillada de la forma que había llegado.
Me agarra calor, me levanto el pelo, me retoco el rubor sin espejo, cualquier cosa hago para matar el tiempo. Sin duda lo peor de todo es que siempre, no importa qué haga en los cocktails me muero de hambre por eso los odio. No soy de esas personas que no comen en todo el día porque tienen un casamiento a la noche por lo que descartemos que ese sea el motivo. (Me cae un poco mal el comamos mucho porque acá es gratis)
El hombre como género es un animal de costumbres y yo no soy la excepción. Personalmente lo que me pasa es que llegado el horario de la comida (entre 20 y 22hs) estoy famélica y da igual si deglutí todo el día como si no hubiera un mañana, que llegan las 9 y si no tengo un plato de comida en frente, sonamos.
No hay nada más desesperante que ver una bandeja con exquisiteces en minitura, que pase por enfrente de mi nariz (sigua de largo para no faltar a la regla) y que por estar charlando con alguien (y ser educada) no salir corriendo a su encuentro. Para el momento que purdiste interrumpir la conversación que estabas manteniendo y llegaste con los dedos en alto solo quedan las empanaditas de mondongo.
Hubo situaciones en las que me cuestioné seriamente si no estaba David Copperfield entre los invitados porque los mozos aparecían con una bandeja llena de bocaditos y desaparecían antes de que me les acercara como por obra del Ilusionismo. Y yo me empiezo a poner tensa como se imaginarán y verbalizar me muero de hambre, odio estar parada para comer, ves, soy una idiota tendría que haber hecho auto mac-antes de venir siempre me olvido.
Ya no me acuerdo si me lo enseñaron o lo adquirí a fuerza de prueba y error pero llegué a dar con "la movida maestra" para estos momentos; el jaque mate que me hizo sentit que yo les podía ganar a los cocktails y así fue como los empezara a disfrutar. La estrategia es situarse
 exactamente donde salen los mozos de la cocina, estacionarse ahí como quien no quiere la cosa y panza llena... corazón contento.Para disimular congregen a dos o tres invitados con los que se tenga afinidad para que les funcionen de pantalla, nadie va a sospechar si te ven charlando entretenida, no vaya a ser que piensen que no comiste en todo el día.


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