"Can you see me? All of me? Probably not. No one has ever really has" - Jeffrey Eugenides



lunes, 19 de julio de 2010

Qué noche la de anoche

Me vine en taxi de lo una amiga (en adelante La Loca -porque efectivamente desvarìa y la queremos màs por eso-) donde nos habìamos juntado a comer con las pibas.
Subo a casa y abro la puerta intentando no hacer ruido. Me desvisto/pongo el piyama y cuando voy apagar el despertador del celular, para q no la despierte a Margarita al dìa siguiente, me doy cuenta q no tenia el telefono. El bebè, ¡mi bebè! (el otro, el que no duerme, el nuevo). ¡No, esto es La Muerte! Pero si yo lo meti en el bolsillo de la cartera...¿como puede ser? No me puede estar pasando esto a mi.
Tiene que estar, tiene que estar en la cartera (la doy vuelta, saco todo) bueno, tiene que estar en el bolsillo del pantalón. Nada. Vuelvo sobre mis pasos sigilosamente, cocina, living, baño: no està. En ningùn lado.
Me resigno a seguir buscàndolo y me acuesto convencida de que voy a poder dormir. Al fin y al cabo son las tres de la mañana y estoy liquidada. La cabeza no para: no tengo el telèfono.
"Me lo deje en lo de La Loca" me digo a mi misma y trato de serenarme. Pienso en llamarla para confirmarlo para poder entregarme en paz a las manos de Morfeo. Me levanto de la cama con una suerte de coreografìa, practicada cien veces para no hacer ruido. El hecho de que Margarita se despertara, en este momento, agravarìa mucho la crisis, su ausencia.
De repente cuando estoy por alcanzar el inalàmbrico que yace sobre el estante me avivo que no tengo el celular de La Loca y que no lo sè de memoria. Fer y su celular (que descansa en la mesita de luz) tampoco lo tiene guardado.
Me tranquilizo porque lo tengo escrito, en algùn lado. Siempre me imaginè que algo asì me podìa pasar y previsora como soy, copiè todos mis contactos a una agendita (donde todo duerme ordenado alfabèticamente) divina, simpàtica  y chiquita. Me imagino buscando ese librito violeta amoroso que quièn sabe dònde està, prendiendo luces, despertando a Fer.
Resuelvo que no tiene sentido porque de todas maneras, del telelèfono de casa no puedo llamar, voy a hacer ruido. Al marcar los nùmeros, al hablar. Ruido inevitable que Fer me va a reprochar y el retoño que duerme, escuchar. Me maldigo por tener un departamento tan chico.
Para esta instancia ya me empiezo a imaginar Lo Peor. Que no lo recupero, que no està en lo de La Loca, que me lo robaron, que se me cayò, que no lo voy a volver a ver. Y tengo un momento de lucidez, de iluminaciòn: ¿y si intento llamarme desde el celular de Fer a ver què pasa?
Me atiende el Sr Que Maneja Un Taxi y terminamos la conversaciòn con: "Que suerte q tenés nena, lleve pasajeros y todo. No te preocupes, estoy por tu casa en 10 minutos y te lo doy. Estate abajo" y colorín colorado...este cuento se ha acabado.

2 comentarios:

Cecile dijo...

Realmente, mucha suerte. He tenido aventuras y desventuras con mis celulares, pero siempre terminaron con un triste y frio llamado a Movistar para darlo de baja...siempre con esa bronca, con ese gusto amargo y la voz burlona del otro lado (que no es burlona, pero la siento burlona, porque todo es la culpa de Movistar que tiene una pandillasecuestratelefonos).
Que suerte la tuya amiga! Seguí escribiendo, ya te tengo en favoritos =)
Y firmo como vos me decís... Cecilú

Sophie O. dijo...

En efecto, a la suerte se le atribuye el hecho del que el taxi al que me había subido, lo manejaba un señor honesto y buena onda.
"Tacheros hay en todos lados, Señores Que Conducen Taxis son los que hacen falta" concluyó uno del rubro. Cuanta razòn tenía.
Te quiero amiga!