"Can you see me? All of me? Probably not. No one has ever really has" - Jeffrey Eugenides



martes, 13 de julio de 2010

La documentación

Mi papá nunca compró una enciclopedia para la casa. Una Salvat, Santillana o semejante, esa que viene dividida tomos monocromáticos, prolijos. No. Esa enciclopedia por temas o en orden alfabético, que te ocupan una estantería completa pero te hace parecer gente culta, nada. Te la debo.
Las mismas enciclopedias que viene con fotitos, esas que tenían imagenes ilustrativas *copadas* y por supuesto pertinentes, para recortar y poner en la carpeta (y dejarla más linda). Con el propósito claro de que la señorita te ponga sellitos y caritas felices para felicitarte por el trabajo (de recortar por los bordes derecho, la fotocopia a color). Y ser la envidia de tus compañeras, valga la obviedad. Nunca tuve. 
En realidad miento, había sí en efecto una enciclopedia en mi casa. Heredada, la británica, en el escritorio de papá. Divina, completa, de principio a fin en inglés. Yo me la banco con el idioma pero si nos sumergimos en tecnicismos, de biología o cualquier otra materia me pierdo, no entiendo. 
Me acuerdo perfecto la sensación de llegar a casa, saber que tenía que buscar en la enciclopedia algo y pensar here we go again. Mi figura paterna creo yo, encontraba un placer casi macabro en verme encontrar el tomo correcto primero y tratar de entender el concepto después. La fotosíntesis en letra bíblica con fotos en blanco y negro. Imposible. Y mirá que yo le ponía la mejor: releía, buscaba en el diccionario alguna palabra, acariciaba las hojas, los renglones para no perderme... No había manera.
Siempre tenía que salir a pedir prestado o llamar a una amiga, para que me faxee sus respuestas, sus fotos, lo que sea. Oh el fax, nunca una tecnología me salvó tanto las papas. La cuestión es que llegó un día que me harté y me volví proactiva. Decidí que esto de ser parásito de otros para completar los deberes no iba más. Detalle no menor: tenía 8 - 9 años, no más.
Convencí a mamá que había una revista (Genios), previa investigación de mercado entre Billiken y las demás de su categoría, que era "interesante" y por sobretodo que venía con *material* útil. Recuerdo perfecto la conversación y estoy 98% segura que usé esos dos mismo términos. 
Conociéndola como lo hago en la actualidad, debe haber escuchado la mitad de mis argumentos y casi me animo a decir que desinteresada me dio el ok. Yo, de todas maneras, muy dedicada e instruida en el tema le comparé el costo de comprar una enciclopedia "como la gente" y mi propuesta. Le hablé de las ventajas, los costos y beneficios. Insistamos en el detalle que tenía 9 años, tal vez 10 (y sigo siendo igual).
A partir de ese momento, me hice amiga del revistero y me transformé en la habitué de los lunes (llegaba a los kioskos ese día). La revista en cuestión venía con 4 o 5 fascículos que, a lo largo de los años, formaban una enciclopedia. Adjunto, traía también, una guía para hacer experimentos *divertidos* en casa relacionados con física, química y esas materias en las que presté atención durante mi época escolar, ni después.
En (muy) pocas cosas de mi vida he sido tan tenaz, tan perseverante, tan firme. ¿Sabés lo que era ir, religiosamente todos los lunes, al revistero a comprar una revista pedorra de tres páginas y tener que darle lata ese viejo jeropa? Acordémonos que no existían suscripciones, ni descuento alguno. Estamos hablando de los 9O, pleno menemismo. Por ahí un lunes de frío me hacía la loca y mandaba a la mucama pero me quedaba sin figuritas o alguna golosina de la vuelta a casa, no me convenía asi que no lo hacía mucho.
Hoy, revolviendo trastos viejos en lo de mi señora madre, la encontré y les confieso: me causó orgullo. En otro momento, les adjunto foto porque esa maravilla es digna de ver y ser admirada, dejame que te diga. 

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