"Can you see me? All of me? Probably not. No one has ever really has" - Jeffrey Eugenides



miércoles, 21 de julio de 2010

Confesiones de invierno

Esta bien, lo reconozco: no sé manejar. No le cuenten a nadie. Me hace poner colorada de anticipado. Soy capaz inventar argumentos más rídiculos e intrincados para defenderme. Y me vas a creer.
No sé lo que se denomina conducir un automotor. Ni un tractor, ni nada con motor para ser sincera. Todo aquello que implique estacionar, hacer rebajes o picadas. Nada. Sí, no te voy a mentir, me da un poco de vergüenza admitirlo.
Convengamos que no es muy normal no tener registro a los 23 años. Y no pienso que estoy justificada por ser mujer o por vivir "en el Centro". Pienso que está mal, muy mal. Pienso que *no da*. Igual es la culpa de mis viejos, toda de ellos.Te explico porqué.
8 años de edad (mía), algo similar sucedía lo que hoy con el auto. No sabía andar en bicicleta. Cuando otros rodaban sin una mano, mirá sin las dos. Yo avergonzada, yo nada. Por suerte siempre tuve la facilidad de convencer y me charlaba a todos para que juren que jugar a hacer experimentos o a la paleta era mejor, mucho mejor que andar en bici. 
Mis progenitores, entrados en edad, no se habían hecho el tiempo (ni la paciencia) para enseñarme el arte de andar sin rueditas, equilibradamente, pedalear y mantener el volante derecho, en el mejor de los casos sin pensar o naturalmente. Ni lo habían intentado, ni les parecía "importante" a las malas personas.
Se excusaban con que era difícil y complicado por falta de "verde" cuando en realidad, vivíamos a (literal) 5 cuadras de los Bosques de Palermo y en diferente dirección, a otras 5 del Circuito KDT.
La consecuencia era que yo, a cuanto country o quinta de mis amigas iba, me sentìa ignorante. No-poseedora de ese saber que dividía a la gente: entre canchera y habilidosa y los demás.
Un buen día, glorioso día, otros padres que no eran los míos, se compadecieron de mi situación. Luego de burlarse y reírse hasta el hartazgo de mi imposibilidad ciclista, decidieron ocuparse. Me tuvieron toda la tarde "practicando".
A saber: me sentaban, manos en el manubrio y lanzaban con carreteo y empujón por un camino recto y libre de obstáculos. Yo, como era de esperarse con mi torpeza e inseguridad, gritaba (desaforada), me olvidaba de pedalear y hacía temblar el manubrio hasta perder el equilibrio y envión. Caía. Me lamentaba, no quería volver a subir. Me quejaba, me "obligaban" y todo volvía al inicio.
La secuencia recién descripta se repitió hasta el empacho. Llegó un punto en donde lloriqueaba implorando un recreo, no me importaba aprender, prefería seguir siendo humillada pero ya no más, por favor. Estaba aburrida, hastiada pero ellos se habían tomado a pecho la tarea que se habían (auto) encomendado. Querían sacarme buena.
Tengo grabado ese momento perfecto cuando pude coordinar todas las actividades. El viento en la cara, los vitoreos de fondo, la sensación de inestabilidad de la mano con la libertad absoluta. La realización. La alegría.
Hoy les tengo que agradecer su perseverancia. Si no fuera por ellos y fuera por mis padres, hoy también estaría haciendo un curso para andar en bicicleta.

1 comentario:

Cecile dijo...

Yo tampoco Sof... me da verguenza admitirlo a mis 24 años, que ya pesan cual elefantes embarazados sobre mis hombros.
Pero me las arreglo, tren, bondi y subte...
Lo que me molesta son las caras de "ay pobre inutil no sabe manejar" porque asumen que eso es falta de independencia. Mi independencia no depende de un volante. Yo busco mis monedas para le bondi sola =)
Beso grande. Seguí escribiendo