"Can you see me? All of me? Probably not. No one has ever really has" - Jeffrey Eugenides



lunes, 3 de mayo de 2010

Diferencias

Qué loco que afuera, en el exterior, soy completamente diferente que en Buenos Aires en los talles de ropa. Puede sonar algo lógico objetivamente porque cada país tiene sus costumbres en términos generales y en moda específicamente, más todavía.
La cuestión son los números (o letras en el caso de small, medium y large), no el talle en sí. Acá, voy a cualquier ropa de marca y para remeras o vestidos soy casi siempre un medium, tirando a un large. Un talle dos pero si hay tres mejor.
En cambio, en Europa soy un small tirando a medium.Puede ser por muchos motivos, tal vez en el viejo continente hayan más gente con sobrepeso, no lo sé.
La diferencia es que la clasificación argentina casi siempre me hace sentir mal. Seamos sinceras, no hay nada peor que pedirle a la vendedora un talle más y que cuando te entreabra la puerta para entregártelo, vos estés en semipelotas batallàndote con el cierre del vestidito para sacártelo porque te queda corto, deforme, incómodo...vos elegí. 
No lo voy a negar, esas etiquetas (no las de la marca, -bueno, esas también, no seamos hipócritas- sino las de los talles) juegan con mi inconsciente (y si bien yo se muy bien que no es verdad), pienso y me siento gorda.
No quiero caer en un lugar común (y se que estoy en el límite planteando este tema) pero solamente quiero hacer una observación. Realmente me parece demasiado exigente la cultura argentina respecto a los kilos demás y los mandatos sociales en cuanto a belleza.
Creo que es injusto y que hay poco lugar para las no-rubias, no-90-60-90 y eso habla de una limitación enorme para poder disfrutar de los atributos alucinantes de una castaña con caderas pronunciadas. En este afán de ser standard y linda, hay tantas operaciones de tetas, narices, etc. ¿porqué más sino?
En Londres, para el mismo rubro (remeras y vestidos) estoy entre un talle 8-12 o 14 dependiendo el corte de la prenda. Lejos de sentirme inentendida o rara, me percibo como una Polly Pocket. Creo (por un rato) de que soy miniatura y que me sienta espléndido. Me dan ganas de ir corriendo a comerme un helado de tres pisos sin culpa.
¡De lo que es capaz el poder de los números!

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