Quiero un perrito así, chiquito, para que coma poquito y cague diminuto. Con cara amorosa para que siempre me dé lástima y por ende ganas de acariciarlo y sacarlo a pasear. Decí que ya tengo una hija y no me dan las energías para ocuparme de alguien más. Aunque Margarita se muere con un perrito así, de celos. O de amor. No sé. Por ahí le copa.
Me daría miedo que la enana con lo morfona que es y lo ansiosa se mande su comida. Y yo tenga que salir corriendo a un hospital a hacerle lavado de estómago o semejantes por querer resolver cuentas pendientes de mi infancia y mi falta de mascotas por ese entonces. A demás, vivir en departamento me hace sentir mala persona para tener un perro. Pero como gustarme, mencantaría.
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