"Can you see me? All of me? Probably not. No one has ever really has" - Jeffrey Eugenides



jueves, 15 de abril de 2010

Manifiesto

Detesto transpirar. En términos generales todo lo que signifique transpirar, me disgusta. Y bajo esta categoría entran las situaciones como correr a la parada de colectivo porque se está llendo, ir apretujada (en ese y todo tipo de transporte), apurar el paso porque estoy llegando tarde a una cita, x situación embarazosa en la que me pongo nerviosa e indefectiblemente empiezo a transpirar. Y otras situaciones terribles como abrigarme demasiado y no querer llevar la campera en la mano, calefacción en demasía (en cualquier ámbito), etc. 
Siento que me ensucio cuando transpiro que el olor a jabón en las manos (donde más me dura), shampoo en el pelo y perfume en todo el resto, se evapora. Y que el fleco de pelo que me cae sobre la frente y ojos, del costado izquierdo, ese que me queda tan sexy a veces, empieza a engrasarse. Me desespero, improviso peinados distintos al que llevo puesto para evitarlo. Manoteo clips de la cartera para disimularlo, pienso en que ganas de bañarme otra vez y qué feliz sería si tan solo no transpirara más.
Odio, odio transpirar salvo (y acá viene la excepción a la regla) cuando hago deporte. Ahí sí ¡quiero mojarme toda la remera! Sólo pensar en quemar todas esas calorías que me sobran me dan ganas de transpirar.
Cuando nos ponemos de acuerdo y practicamos ese deporte, ¡ni te cuento! si mi piel patina, mejor. Por un rato nada más igual y si es el final, más cómodo. Tampoco es cuestión.
El hecho de que se note empíricamente que estoy transpirada (solo en esos dos momento, claro) es un factor de placer, de regocijo, de deber bien cumplido. Satisfacción en su más puro estado. El resto del tiempo, detesto transpirar. ¿Seré la única? ¿Cuando les gusta transpirar?

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