"Can you see me? All of me? Probably not. No one has ever really has" - Jeffrey Eugenides



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martes, 21 de octubre de 2008

Un cocktail que no se mezcla solo


Otra cosa que nos agarrò de imprevisto es la intrincada combinaciòn de lograr con cualquier nombre y el apellido de F., algo que suene como mìnimo, armonioso.

En el momento de la verdad, cuando empezamos a hablar del tema de nombres salieron estos dos (Aquiles y Margarita) como primera opciòn pero en el momento de combinarlos con el apellido, vimos la luz. ¡Imposible a una persona que queremos tanto cagarle la vida de esa manera! ¡Habría que ser desalmado!

Asì fue como aquello que parecìa resuelto hasta el momento, se manifestò como una incògnita y de tremenda importancia. Imagínensen dos indecisos, insaciables, muy influìdos por el arte en todas sus representaciones (pintura, escultura, teatro, cine) queriendo elegir un nombre (y sólo uno porque con tremendo apellido no podemos hacer otra cosa). Tarea de enanos, de detallistas y pacientes. No somos ninguna de las tres. Caos.

Parece banal y no lo es. Pensar que vas a llamar toda tu vida por ese nombre a este ser, persona en potencia que te va a acompañar siempre y que en parte vas a determinar por el mero hecho de llamarlo de una forma y no de otra, no es una decición para tomar a la ligera. Creanme.

Con F. nos la pasamos haciendo listas para no olvidarnos de las ocurrencias más espontáneas, sacando nombres de internet que nos gustan, intercambiando opiniones, criticando los nombres siniestros y riendonos de la creatividad (y maldad) de algunos padres. Por suerte somos bastante parecidos en cuanto a lo que gustos respecta: originales pero no exóticos.

Resoluciones hasta la fecha:
No a los nombres de estación (May, Abril, June).
No a los que significan cosas (Dolores, Consuelo)
No a los nombres de personalidades muy relevantes (Aristóteles, Susana) Excepción a la regla: Frida. Nos fascina.
No a los nombres de flor (Jazmín, Violeta, Azucena) quedan afuera de esta categoría Magnolia y Camelia.

Todo indica que llegaremos a buen puerto.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Snapshot


El piletón del que hablo tiene un valor sentimental para mi. No se porqué. En realidad si sé porque: ahí fue donde me di cuenta que no todos tenemos los mismos recursos y posibilidades.

Un día de verano de los 90' que pasé en el auto familiar (que en ese entonces era un Renault 21) por ahí, tengo la imagen nítida grabada en la memoria de ver chapotear a niños con la cara sucia, sin pudor a estar desnudos. Su ropa, humilde por cierto, estaba apoyada sobre el pasto verde recién cortado. Ese del que se cuela el olor por más de que tengas la ventana cerrada. Ese que se huele de solo mirarlo.

No me acuerdo en qué venía pensando en el auto ni cuantos años tenía para ese entonces. Sí, que era pequeña y que me sentí automáticamente absorbida por sus figuras. Por lo que significaban, por lo diferentes que eramos.
Ellos disfrutaban de prestado.

A estos niños no les importaba estar bajo la mirada de los caminantes porque por un rato dejaban de pedir monedas, de aventurarse a ser grandes antes de tiempo. El calor les devolvía la oportunidad de tener una infancia y aunque sea por instante, se atrevían a jugar.

Es una snapshot. Así llamo yo a los momentos que uno lleva consigo dentro de la memoria que si logra concentrarse un poco, puede cerrar los ojos y transportarse con todos los sentidos y volver a explorar la situación como si la estuviera viviendo all over again.

Prometo sacar esa foto de mi barquito de papel flotando sobre las aguas del piletón de mi cuento. Así me tenga que trepar las pinchudas rejas que hoy lo rodean. Esa va a ser la foto detrás del título de mi blog.


Esa y ninguna otra.


Nueva carátula


Quiero armar un verdadero barquito de papel.
De esos que hacías cuando estabas aburrida en clase. (Una variante de los avioncitos que nos apurábamos a apuntar a la cola de la profesora de física o al ventilador para que hicieran un ruido estruendoso y distraer a todas mientras hacíamos ejercicios de matemática o lengua)

Llevarlo a la plaza en frente donde hace "poco" plantaron la flor de acero*. A ese gran piletón (al que nunca puede atribuirle una funcionalidad) que en mi cabeza no tiene las rejas que hoy lo rodean y darle vida.

Imaginarme los tripulantes, al capitán gritando "¡todos a babor!" y saber que es mío. Ese momento, ese barquito, esa idea. Determe en ese tiempo y obturar.

*monumento más feo que tiene Buenos Aires, con el que con el pasar del tiempo me voy amigando y encontrándole betas lindas.